viernes, 16 de agosto de 2013

El problema de las creencias

La creencia impide la verdadera comprensión.


Si no tuviéramos ninguna creencia, ¿qué nos sucedería?
¿No estaríamos muy asustados de lo que podría pasar?
Si no tuviéramos un modelo de acción basado en una creencia ya sea en Dios, en el comunismo, en el socialismo en el imperialismo, o en alguna fórmula religiosa, en algo al cual estamos condicionados-, nos sentiríamos totalmente perdidos, ¿no es así?
Y esta aceptación de una creencia, ¿no es un modo de disimular ese miedo, el miedo de ser realmente nada, el miedo al vacío? Después de todo, una copa es útil cuando está vacía; y una mente llena de creencias, dogmas, afirmaciones, citas, es de hecho una mente que carece de creatividad; es una mente tan sólo repetitiva. El escapar de ese miedo, miedo al vacío, a la soledad, al estancamiento, miedo de no alcanzar la meta, de no triunfar, de no obtener lo que queremos, de no ser o de no llegar a ser esto o aquello, es seguramente una de las razones por las que aceptamos tan ansiosa y ávidamente las creencias, ¿verdad? Ahora bien, mediante la aceptación de una creencia, ¿nos comprendemos a nosotros mismos? Todo lo contrario. Una creencia, religiosa o política, impide que nos comprendamos a nosotros mismos. Actúa como una pantalla a través de la cual nos miramos. ¿Podemos, pues, mirarnos sin las creencias?
Si eliminamos estas creencias, las numerosas creencias que tenemos, ¿nos queda algo para mirar?
¿?
….
Si no tenemos creencias con las que la mente se haya identificado, entonces la mente, sin identificación alguna, es capaz de mirarse y verse tal como es; y eso constituye, por cierto, el principio de la comprensión de uno mismo.

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