domingo, 30 de abril de 2017

¿Cuanto cuesta sobrevivir?

Antes que el hombre inventara el dinero, la comida, el agua, el aire y el entorno estaban a su disposición gratuitamente, obsequio de la naturaleza. Sin embargo, miles de años después, necesitas mal vender tu cuerpo, tu mente y tu tiempo a otras personas u organizaciones para tener acceso a cosas que la naturaleza te da gratis. A eso lo hemos llamado PROGRESO.
¿Qué tipo de progreso es este en el que millones de personas ya no tienen libre acceso a la comida, al agua o a su entorno? ¿Esto es civilización?
Un grupo de monos en la selva ¿necesita dinero para tener acceso al agua, a la comida o a su entorno? ¿Necesitan ropa, móviles o joyas para mantener el status social y ser respetados? ¿Necesitan leyes, religión, moralidad, patria, dinero, fronteras, policía, jueces o políticos para convivir en su sociedad?
Si nosotros somos superiores a los monos ¿por qué no podemos vivir en paz sin todas esas cosas?

martes, 3 de enero de 2017

Afilar el hacha

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno, y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel. El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles. –Te felicito, sigue así –dijo el capataz. Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.
A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles. –Debo de estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol. Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
El capataz le preguntó: –¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez? –¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles”.