martes, 10 de septiembre de 2013

"No soy sincero con esa persona porque quiero lastimarlo. No quiero herirla".

Cuando uno no está siendo sincero con alguien con esa típica excusa de: "Lo que pasa es que no quiero lastimarlo/a." estamos en realidad escondiendo ego y miedo detrás de esa postura que parece ser bondadosa.

Pongamos un ejemplo: alguien nos llama a menudo y nos invita a salir y siempre le decimos distintas mentiras "piadosas" (como el típico "No tengo tiempo") para evitar serle sincero y decirle de frente: "Lo siento, pero no me interesa salir contigo". Entonces con la excusa de no querer lastimarlo (que a simple vista parece tener buenas intenciones) nos dejamos molestar por esta persona cada día que intenta en vano algo con nosotros. Le hacemos perder su tiempo a esta persona y por evitar lastimarlo alargamos su ilusión.
¿Por qué?
¿Estamos siendo buenos con esa persona?
¿Estamos siendo buenos con nosotros mismos? ¿O estamos aguantando?
¿Por qué estamos siendo así?

Porque tenemos miedo de lo que esta persona pueda pensar de nosotros si le somos sinceros. Aún nos importa lo que piensen los demás de nosotros y actuamos presos de ese miedo. Nos dejamos controlar, pero no por ellos en realidad, sino por el miedo que tenemos acerca de lo que ellos puedan opinar de nosotros.
Nos dejamos controlar por el miedo a que piensen que somos crueles o malos.
Podemos decir claramente:
-No voy a esa fiesta porque no me interesa la gente que allí hay.
-No como esa comida porque no me gusta, aunque la haya hecho tu madre con todo el amor de mundo: lo siento, pero no me gusta.

Tenemos derecho a decir que no, sin sentirnos mal.
Tenemos derecho a que algo o alguien no nos guste sin sentirnos culpables.
Tenemos derecho a no tener ganas ahora de no hacer eso.
Seamos coherentes con lo que pensamos.
Si no somos coherentes no podemos ser felices.
Si no somos felices, nos enfermamos.
El único rinconcito del universo que podemos mejorar somos nosotros, siendo felices estamos haciendo feliz el mundo.
Nosotros podemos elegir: podemos decir que si y también que no.
Dejemos de creer que estamos cuidando de los demás. Los demás no son nuestros hijos ni necesitan la protección de nadie.

Apuntemos el foco de atención hacia adentro y empecemos a cuidar de nosotros mismos. Si vivimos pendientes de lo que piensen los demás de nosotros (así sea mi mamá, mi papá o mi hijo) no estamos siendo libres, y nunca podremos ser felices porque dependemos de los demás.
Dejemos de intentar cuidar a los demás como si fueran niños. Tratemosnos como adultos.
No estamos cuidando a los demás, en realidad estamos cuidando nuestro miedo de los demás.

Veamos esto.
Verlo es transformarlo.

Mariano Gringaus
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario