miércoles, 31 de julio de 2013

¿SER PADRES: PAPEL O FUNCIÓN?

¿SER PADRES: PAPEL O FUNCIÓN?

Muchos adultos representan personajes cuando hablan con los niños. Utilizan palabras y sonidos ridículos. Le hablan al niño como si fuera inferior y no lo tratan como su igual. El hecho de que sepamos más o seamos más grandes transitoriamente no significa que el niño no sea igual a nosotros. En algún momento de la vida, la mayoría de los adultos se convierten en padres, uno de los papeles más universales. La pregunta más importante es si podemos cumplir la función de ser padres y cumplirla bien, sin identificarnos con esa función, es decir, sin convertirla en un papel dentro del drama. Una parte necesaria de la función de ser padres es satisfacer las necesidades del niño, evitar que corra peligros y, en ocasiones, decirle lo que debe o no hacer. Sin embargo, cuando esa función se convierte en identidad, cuando nuestro sentido de ser se deriva totalmente o en gran medida de ella, la función toma precedencia, se engrandece y asume el control. Nos excedemos en satisfacer las necesidades del niño, las cuales se convierten en caprichos; exageramos con la protección e interferimos con la necesidad del niño de explorar el mundo y ensayar por sí mismo. De decirle lo que debe o no hacer pasamos a controlar y a imponer nuestra voluntad.

Es más, la identificación con la función prevalece mucho después de desaparecer las necesidades que dieron lugar a la función de ser padres.

No podemos dejar de ejercerla cuando ya el niño se convierte en adulto. No podemos deshacernos de la necesidad de ser necesitados por el hijo. Aunque el hijo tenga 30 o 40 años, no podemos dejar atrás la noción de "Saber lo que es mejor para ti". El padre o la madre continúa representando compulsivamente su papel, de manera que no hay una relación auténtica. Los padres se definen con base en esa función y temen inconscientemente perder esa identidad si dejan de ser padres.

Cuando se ve frustrado su deseo de controlar o influir sobre las actuaciones de su hijo adulto, como suele suceder, comienzan a criticar o a mostrar su desaprobación, o tratan de hacer que el hijo se sienta culpable, todo en un intento inconsciente por conservar su personaje, su identidad.

A simple vista parece como si estuvieran preocupados por el hijo, y están convencidos de que así es, pero lo único que les preocupa realmente es conservar la identidad a través de su papel en el drama. Todas las motivaciones del ego están encaminadas a engrandecernos y favorecer nuestros intereses y algunas veces las disfrazamos muy bien para que ni siquiera la persona en quien opera el ego las pueda reconocer.
Un padre o una madre que se identifica con su personaje también puede tratar de realizarse a través de los hijos. La necesidad del ego de manipular a los otros para que llenen su constante sentido de carencia la dirigen hacia sus hijos.

Si se llevaran a la conciencia y se expresaran los supuestos y las motivaciones inconscientes de los padres, seguramente se oirían así: "Deseo que tú logres lo que yo nunca pude lograr; deseo que seas alguien en el mundo, para que yo también pueda ser alguien a través de ti. No me desilusiones. Me he sacrificado por ti. Mi desaprobación tiene por objeto hacerte sentir culpable e incómodo para que finalmente te pliegues a mis deseos. Y sobra decir que yo sé qué es lo mejor para ti. Te amo y te seguiré amando si haces lo que yo sé que te conviene".


Cuando traemos a la conciencia esas motivaciones, nos damos cuenta de lo absurdas que son. El ego que está detrás de ellas sale a relucir, junto con su disfunción. Algunos padres con quienes he hablado han reaccionado inmediatamente diciendo, "Por Dios, es eso lo que he estado haciendo?" Una vez reconocemos lo que hacemos o lo que hemos venido haciendo, reconocemos también su inutilidad, y el patrón inconsciente se disuelve por sí solo. La conciencia es el factor de cambio más poderoso de todos.
Si sus padres están procediendo de esa manera, no les diga que viven en estado de inconsciencia y bajo el control del ego porque seguramente con eso aumentara su inconsciencia cuando el ego trate de defender su posición. Basta con que usted reconozca que el ego está detrás de todo eso y que ellos no son ego. Los patrones egotistas, hasta los más viejos, a veces se disuelven milagrosamente cuando desaparece nuestra oposición interior. La oposición solamente los refuerza. Pero aunque no sea así, usted podrá aceptar compasivamente el comportamiento de sus padres, sin necesidad de reaccionar al él, es decir, sin personalizarlo.
También se deben tener en cuenta nuestros propios supuestos o nuestras propias expectativas inconscientes detrás de las reacciones habituales hacia nuestros padres. "Mis padres deberían aprobar lo que hago. Deberían comprenderme y aceptarme como soy". ¿De veras? ¿Por qué deberían hacerlo? El hecho es que no lo hacen porque no pueden. Su conciencia todavía no ha dado el salto cuántico evolutivo hasta ese nivel de conciencia. Todavía no están en capacidad de dejar de identificarse con su papel. "Si., pero no puedo sentirme a gusto y feliz con lo que soy a menos de que tenga la aprobación y la comprensión de mis padres". ¿De veras? ¿Cómo cambiaría su verdadero ser el hecho de que ellos aprueben o desaprueben? Todos esos supuestos sin examinar causan muchas emociones negativas, mucha infelicidad innecesaria.
Manténgase alerta. ¿Cree que algunos de los pensamientos que pasan por su mente son la voz interiorizada de su padre o de su madre que quizás le dice, "No eres lo suficientemente bueno. Nunca llegarás a ser alguien", o algún otro juicio o postura mental? Si hay conciencia en usted, podrá identificar esa voz mental por lo que es: un pensamiento rancio, condicionado por el pasado. Si hay conciencia en usted, ya no tendrá que creer en todos su pensamientos. Es solamente un pensamiento viejo. Conciencia significa Presencia y solamente la Presencia puede disolver el pasado inconsciente.
Ram Dass decía, "Si te crees muy iluminado, ve y pasa una semana con tus padres". Es un buen consejo. La relación con los padres no solamente es la relación primordial que establece el tono para todas las demás relaciones subsiguientes, sino que también es una buena prueba para nuestro grado de presencia. Mientras más pasado compartido haya en una relación, más debemos estar presentes; de lo contrario nos veremos obligados a revivir el pasado una y otra vez.

EL SUFRIMIENTO CONSCIENTE

Cuando se tienen hijos pequeños, se les debe dar ayuda, orientación y protección en la medida de lo posible, pero lo más importante es darles espacio para ser. Los hijos llegan al mundo a través de nosotros, pero no son "nuestros". La noción de "Sé lo que es mejor para ti" puede ser cierta cuando son muy pequeños, pero mientras más crecen, más pierde validez. Mientras mayores sean nuestras expectativas sobre la forma como se desenvolverán sus vidas, más viviremos desde la mente en lugar de estar presentes para ellos. Con el tiempo cometerán errores y tendrán sus aflicciones, como todos los seres humanos. En realidad, podrán ser errores solamente desde nuestro punto de vista. Lo que vemos como error podría ser exactamente lo que necesitan hacer o experimentar. Debemos darles tanta ayuda y orientación como podamos, pero también en ocasiones debemos permitirles cometer errores, en especial cuando comienzan a entrar en la edad adulta. En ocasiones también debemos dejarlos sufrir. El sufrimiento puede salir de la nada o puede ser consecuencia de sus propios errores.
¿No sería maravilloso si pudiéramos ahorrarles todo ese sufrimiento? Claro que no. No evolucionarían como seres humanos y permanecerían en la superficie, identificados con la forma externa de las cosas. El sufrimiento nos ayuda a adentrarnos en nosotros mismos. La paradoja es que el sufrimiento se debe a la identificación con la forma pero a la vez erosiona la identificación con la forma. El sufrimiento es, en gran medida, producto del ego, aunque con el tiempo lo destruye, pero solamente hasta tanto se trae el sufrimiento a la conciencia.
La humanidad está destinada a trascender el sufrimiento, pero no de la manera como piensa el ego. Uno de los muchos supuestos erróneos del ego, uno de sus muchos pensamientos ilusorios es "No tendría por qué sufrir". Algunas veces ese pensamiento se transfiere a un ser cercano: "Mi hijo no tendría por qué sufrir".
Ese es el pensamiento que se encuentra en la raíz del sufrimiento. El propósito del sufrimiento es noble: promover la evolución de la conciencia y consumir al ego. El hombre crucificado es un arquetipo. Representa a todos los hombres y a todas las mujeres. El proceso se hace más lento en la medida en que nos resistimos al sufrimiento porque la resistencia produce más ego al cual consumir. Sin embargo, cuando aceptamos el sufrimiento se acelera el proceso gracias al hecho de sufrir conscientemente. Podemos aceptar el sufrimiento para nosotros mismos o para alguien más, como un hijo o un progenitor. La transmutación ocurre simultáneamente con el sufrimiento consciente. El fuego del sufrimiento se convierte en la luz de la conciencia.
El ego dice, "no tengo por qué sufrir", y ése pensamiento acrecienta el sufrimiento. Es una distorsión de la verdad, la cual siempre ha sido paradójica. La verdad es que debemos acoger el sufrimiento para poder trascenderlo.

LA PATERNIDAD Y LA MATERNIDAD CONSCIENTES

Muchos hijos abrigan ira y resentimiento hacia sus padres y, muchas veces, la causa es la falta de autenticidad en su relación. El hijo anhela un progenitor que sea un ser humano, no un personaje, independientemente de la meticulosidad con la cual se esté representando al personaje. Es probable que como padres hagamos todo lo correcto y lo mejor que podemos por nuestros hijos, pero hacer lo mejor puede no ser suficiente. En efecto, hacer nunca será suficiente si descuidamos el Ser. El ego no sabe nada acerca del Ser sino que cree que la salvación final está en el hacer. Cuando somos presa del ego creemos que haciendo más y más finalmente acumularemos suficientes "acciones" para sentirnos completos en algún momento futuro. No es así. Solamente nos perderemos en medio de la actividad. Toda la civilización se está perdiendo en medio de una actividad que no está anclada en el Ser y, por tanto, es inútil.
¿Cómo traer el Ser a la vida de una familia ocupada, a la relación con los hijos? La clave está en prestarles atención a los hijos. Hay dos clases de atención. Una es la basada en la forma. Y la otra es la atención informe. La atención basada en la forma siempre está conectada de alguna manera con la acción o la evaluación. "¿Hiciste tus tareas? Come. Arregla tu habitación. Cepíllate los dientes. Haz esto. Deja de hacer eso. Apúrate, alístate".
¿Qué más debemos hacer ahora? Esta pregunta básicamente resume la vida familiar de muchos hogares. Claro está que la atención basada en la forma es necesaria y tiene su lugar, pero si es el único elemento de la relación con el hijo, entonces falta la dimensión vital y el Ser se pierde completamente entre "los apuros del mundo", como dice Jesús. La atención informe es inseparable de la dimensión del Ser. ¿Cómo opera?
Al mirar, oír, tocar o ayudar al hijo a hacer esto o aquello, nos mantenemos alertas, quietos, completamente presentes, no deseando otra cosa que no sea ese momento, tal y como es. Es así como abrimos espacio para el Ser. En ese momento, estando presentes, dejamos de ser padre o madre. Somos la conciencia, la quietud, la Presencia que oye, mira, toca y habla. Somos el Ser detrás de la acción.

RECONOCER AL HIJO

Somos todos seres humanos. ¿Qué significa eso? Dominar la vida no es cuestión de control sino de encontrar el equilibrio entre nuestra humanidad y nuestro Ser. Nuestros personajes y las funciones que cumplimos como ser madre, padre, esposo, esposa, joven o viejo, al igual que todo lo que hacemos, pertenece a la dimensión humana. Son cosas que tienen su lugar y a las cuales debemos honrar, pero que no son suficientes para llevar una vida o una relación verdaderamente plena y significativa. Lo humano por sí solo nunca es suficiente, independientemente de cuánto nos esforcemos o de todo lo que logremos. Por otro lado está el Ser. Esta dimensión se encuentra en la presencia quieta y alerta de la Conciencia misma, la Conciencia que somos. Lo humano es la forma. El Ser no tiene forma. Lo humano y el Ser no están separados sino entretejidos.
En la dimensión humana, somos incuestionablemente superiores a nuestros hijos. Somos más grandes, más fuertes, sabemos más, podemos hacer más. Si ésa es la única dimensión que conocemos, nos sentimos superiores a nuestros hijos, aunque sea inconcientemente. Y hacemos sentir inferiores a nuestros hijos, aunque sea inconcientemente. No hay igualdad entre nosotros y nuestros hijos porque solamente hay forma en la relación y, en la forma es obvio que no podemos ser iguales. Podemos amar a nuestros hijos, pero ese amor será solamente humano, es decir, condicional, posesivo, intermitente. Somos iguales solamente más allá de la forma, en el Ser; y es solamente cuando encontramos la dimensión sin forma en nuestro interior que puede haber verdadero amor en esa relación. La Presencia, nuestro Yo Soy eterno se reconocen en el otro, y ese otro, en este caso el hijo, se siente amado, es decir, reconocido
Amar es reconocer en el otro. Entonces el carácter "ajeno" del otro se nos revela como una ilusión perteneciente únicamente al ámbito humano, al ámbito de la forma. El ansia de amor de todos los hijos radica en el ansia de ser reconocidos, no en el plano de la forma, sino en el plano del Ser. Si los padres honran solamente la dimensión humana del hijo pero descuidan su Ser, el hijo sentirá que la relación no es plena, que algo verdaderamente vital les hace falta, y acumularán sufrimiento y a veces resentimiento inconsciente contra sus padres. "¿Por qué no me reconoces?" Ese parecería ser el clamor del sufrimiento o del resentimiento.
Cuando el otro nos reconoce, el reconocimiento trae la dimensión del Ser al mundo de una manera más intensa a través de los dos. Ese es el amor que redime al mundo. Me he referido a esto concretamente a través de la relación concreta con los hijos, pero es algo que se aplica, como es obvio, a todas las relaciones.
Se ha dicho que "Dios es amor", pero eso no es absolutamente correcto. Dios es la Única Vida más allá de las incontables formas de vida. El amor implica dualidad: amante y amado, sujeto y objeto. Así, el amor es el reconocimiento de la unicidad en el mundo de la dualidad. Ese es el nacimiento de Dios al mundo de la forma. El amor hace que el mundo sea menos mundano, menos denso, más transparente a la dimensión divina, la luz de la conciencia misma.

RENUNCIAR A REPRESENTAR PERSONAJES

Una lección esencial sobre el arte de vivir que todos debemos aprender es a hacer lo que las situaciones nos exigen sin que por ello nos convirtamos en un personaje con el cual identificarnos. El poder de lo que hacemos se intensifica si actuamos por la acción misma en lugar de hacerlo como medio para proteger, engrandecer o satisfacer nuestra identidad. Cada personaje es una noción ficticia del ser y sirve para personalizarlo, corromperlo y distorsionarlo todo a causa del "pequeño yo" fabricado por la mente y del personaje en cuestión. La mayoría de las personas que ocupan posiciones de poder en este mundo como los políticos, las celebridades de la televisión, los líderes de empresa y también los líderes religiosos, se identifican totalmente con su papel, salvo por algunas excepciones notables. Podrán ser personajes viP pero nos son más que actores inconscientes en el drama del ego, un drama que parece supremamente importante pero que, en últimas, carece de todo propósito. Según las palabras de Shakespeare, es una "historia contada por un tonto, llena de sonido y furia, pero carente de significado".1 Es sorprendente saber que Shakespeare llegó a esa conclusión sin tener el beneficio de la televisión. Si el drama del ego tiene algún propósito, éste es indirecto: crear cada vez más sufrimiento en el planeta, el cual finalmente destruye el ego, pese a ser creado por 61. Es el fuego en el cual se consume a sí mismo el ego.
En un mundo lleno de personajes que representan un drama, las pocas personas que no proyectan una imagen fabricada por la mente (y las hay incluso en la televisión, los medios y el mundo de los negocios) sino que funcionan desde la esencia profunda de su Ser, que no aparentan ser más de lo que son sino que son ellas mismas, se destacan como personas notables y son las únicas que logran dejar una verdadera huella en este mundo. Son las portadoras de la nueva conciencia. Imprimen gran poder a todo lo que hacen porque están en armonía con el propósito del todo. Sin embargo, su influencia va mucho más allá de lo que hacen, mucho más allá de su función. Su simple presencia sencilla, natural, discreta, ejerce un efecto de transformación sobre todas las personas con quienes entran en contacto.
Cuando no representamos papeles, no hay ego en lo que hacemos. No hay un propósito oculto: protegernos o fortalecernos. El resultado es que nuestros actos ejercen un poder mucho mayor. Nos concentramos totalmente en la situación. Somos uno con ella. No tratamos de ser alguien en particular. Cuando somos totalmente nosotros mismos, nuestros actos son más poderosos y eficaces. Pero no debemos esforzarnos por ser nosotros mismos. Ese es otro papel. Se llama "mi yo natural y espontáneo". Tan pronto como nos esforzamos por ser esto o aquello, asumimos un personaje. El consejo de "Sé tu mismo" es bueno, pero también puede ser engañoso. La mente intervendrá para decir, "Veamos, ¿cómo puedo ser yo mismo?" Entonces la mente desarrolla algún tipo de estrategia: "De cómo ser yo mismo". Otro personaje. En realidad, la pregunta de "¿Cómo puedo ser yo mismo?" es incorrecta. Implica que debemos hacer algo para ser nosotros mismos. Pero el cómo no es válido porque ya somos nosotros mismos. Debemos dejar de añadir carga a lo que ya somos. "Pero no sé quién soy. No sé lo que significa ser yo mismo". Cuando logramos sentirnos totalmente a gusto con el hecho de no saber quiénes somos, entonces lo que queda es lo que somos: el Ser detrás del humano, un campo de potencialidad pura en lugar de algo ya definido.
Decídase a renunciar a definirse, ante usted mismo y ante los demás. No perecerá. Vivirá. Y no se preocupe por la manera como los demás lo definen. Cuando lo definen, ellos se limitan, de manera que ése es problema de ellos. Cuando se relacione con la gente, no asuma principalmente un papel o un personaje. Sea solamente un campo de Presencia consciente.
¿Por qué el ego representa personajes? A causa de un supuesto sin examinar, de un error fundamental, de un pensamiento inconsciente. Ese pensamiento es: no soy suficiente. De allí se desprenden otros pensamientos inconscientes: debo representar un papel a fin de obtener lo que necesito para estar completo; debo conseguir más a fin de poder ser más. Pero es imposible ser más de lo que somos porque detrás de nuestra forma física y psicológica somos uno con la Vida misma, uno con el Ser. En la forma siempre hay seres inferiores y superiores a alguien. En esencia, no somos ni inferiores ni superiores a nadie. El verdadero amor propio y la verdadera humildad son producto de ese reconocimiento. A los ojos del ego, el amor propio y la humildad son contradictorios. Pero en verdad son la misma cosa.

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PRESENCIA
Un día vino a verme una mujer de unos treinta años. Cuando me saludó, pude sentir el sufrimiento a pesar de su sonrisa amable y superficial. A los pocos segundos de comenzar a contarme su historia, su sonrisa se convirtió en una mueca de dolor. Entonces rompió a llorar inconsolablemente. Me dijo que se sentía sola y fracasada. Estaba llena de ira y tristeza. Siendo niña había sufrido los abusos de un padre físicamente violento. Vi claramente que su sufrimiento no se debía a las circunstancias de su vida en ese momento sino a que cargaba el peso de un cuerpo del dolor muy denso. Su cuerpo del dolor se había convertido en el filtro a través del cual veía la situación de su vida. Todavía no estaba en capacidad de ver la conexión entre el dolor emocional y sus pensamientos, puesto que estaba completamente identificada con ambos. No podía reconocer que estaba alimentando su cuerpo del dolor con sus pensamientos. En otras palabras, vivía con la carga de un yo muy infeliz. Sin embargo, en algún nivel debió reconocer que la fuente del sufrimiento estaba en su interior, que ella misma era su carga. Estaba lista para despertar y por eso había acudido a mí.
Le pedí que llevara su atención a lo que sentía en el interior de su cuerpo y que sintiera la emoción directamente, no a través del filtro de sus pensamientos de infelicidad, de su historia de tristeza. Dijo que había venido con la esperanza de que yo le mostrara el camino para salir de su infelicidad, no para entrar en ella. Sin embargo, hizo lo que le pedí, aunque con algo de renuencia. Lloraba y temblaba. "Eso es lo que siente en este momento", le dije, "no hay nada que pueda hacer ahora porque eso es lo que siente en este momento. Entonces, en lugar de cambiar la forma como se siente en este momento, lo cual generará más sufrimiento, ¿cree posible aceptar por completo lo que siente ahora?"
Guardó silencio unos instantes. Súbitamente se mostró impaciente como si quisiera levantarse y dijo enojada, "no, no deseo aceptar esto". "¿Quién está hablando?", le pregunté, "¿usted o su infelicidad? ¿Se da cuenta de que su infelicidad por estar infeliz es otra capa más de infelicidad?" Calló nuevamente. "No le estoy pidiendo que haga algo. Lo único que le pido es que trate de descubrir si le es posible permitir que esos sentimientos residan ahí. En otras palabras, y esto puede parecerle extraño, ¿qué sucede con la infelicidad? ¿No desea averiguarlo?"
Me miró intrigada durante unos momentos, y al cabo de un minuto de silencio, noté un cambio importante en su campo de energía. Dijo, "es raro, todavía me siento infeliz, pero ahora hay un espacio alrededor, parece que me pesara menos". Fue la primera vez que alguien utilizó esa descripción: hay espacio alrededor de mi infelicidad. Ese espacio se produce cuando aceptamos interiormente lo que estamos experimentando en el presente.
No dije mucho más para dejarla vivir su experiencia. Más adelante comprendió que en el mismo momento en que dejó de identificarse con el sentimiento, con esa emoción dolorosa que vivía en su interior, tan pronto como centró su atención sin tratar de resistirse, ese sentimiento ya no podría controlarla ni controlar su pensamiento, ni mezclarse con una historia inventada por su mente y titulada "Mi pobre yo infeliz". Encontró otra dimensión en su vida, la cual trascendía ese pasado personal: la dimensión de la Presencia. Puesto que es imposible ser infeliz sin una historia triste, hasta ahí llegó su infelicidad. También fue el comienzo del fin de su cuerpo del dolor. La infelicidad no es más que la combinación de la emoción con una historia triste.
Cuando terminó nuestra sesión, fue muy satisfactorio para mí ver que venía de ser testigo del surgimiento de la Presencia en otro ser humano. La razón misma de nuestra existencia en forma humana es traer a este mundo esa dimensión de la conciencia.
También había visto cómo se había disminuido el cuerpo del dolor, no como consecuencia de una lucha, sino al proyectar sobre él la luz de la conciencia.
A los pocos minutos de irse mi visitante, se presentó una amiga a dejarme algo. Tan pronto como entró en la habitación dijo, "¿qué pasó aquí?" Se siente una energía pesada y lóbrega. Casi podría decir que me siento mal. Debes abrir las ventanas y quemar incienso". Le expliqué que venía de presenciar una gran liberación en una persona con un cuerpo del dolor muy denso y que lo que estaba sintiendo seguramente era parte de la energía liberada durante esa sesión. Sin embargo, mi amiga no quiso quedarse para escuchar toda la historia. No veía la hora de salir.
Abrí las ventanas y salí a cenar en un restaurante indio cercano. Lo que sucedió allí fue otra confirmación más de lo que ya sabía: que en un plano, todos los cuerpos del dolor, aparentemente individuales, están conectados. Sin embargo, la forma como obtuve la confirmación fue bastante estremecedora.

EL REGRESO DEL CUERPO DEL DOLOR

Me senté en el restaurante y pedí la comida: Había otros pocos comensales. En una mesa cercana estaba terminando de comer un señor de edad madura, sentado en una silla de ruedas. Me dirigió una mirada breve pero intensa. Al cabo de unos pocos minutos, se mostró alterado, agitado y comenzó a sacudirse. Cuando el mesero se acercó a retirarle el plato, el señor comenzó a discutir con él. "La comida estuvo pésima". "¿Entonces por qué la comió?" preguntó el mesero. Esas palabras bastaron para que se deshiciera en improperios. Comenzó a gritar y de su boca salían toda clase de insultos. El comedor se llenó de un odio intenso y violento. Podíamos sentir cómo esa energía penetraba en el cuerpo en busca de algo a lo cual aferrarse. El hombre pasó a gritarles a los demás comensales, pero por alguna razón me ignoró por completo mientras yo permanecía en intensa Presencia. Sospeché que el cuerpo del dolor universal había regresado para decirme, "pensaste que me habías derrotado, pero mírame, aquí estoy". También contemplé la posibilidad de que el campo de energía que se había liberado durante la sesión me había seguido al restaurante y se había pegado a la única persona en quien encontró una frecuencia vibratoria compatible, es decir, un cuerpo del dolor pesado.
El administrador abrió la puerta, "sólo váyase, váyase". El hombre salió a toda velocidad en su silla, dejando a todo el mundo aturdido. Un minuto después regresó. Su cuerpo del dolor no había terminado todavía. Necesitaba más. Empujó la puerta con la silla de ruedas, gritando vulgaridades. Una mesera trató de impedirle entrar y él se impulsó hacia adelante clavando a la muchacha contra la pared. Algunos de los comensales se levantaron para tratar de retirarlo. Hubo gritos, chillidos y se armó el desorden. Un poco más tarde se presentó un agente de policía, el hombre se tranquilizó y se le pidió que se fuera y no regresara. Por fortuna, la mesera no estaba lastimada, salvo por unos cuantos moretones en las piernas. Cuando retornó la calma, el administrador se me acercó y me preguntó,"¿Usted provocó todo esto?", un poco en broma pero quizás sintiendo que había una conexión.

EL CUERPO DEL DOLOR DE LOS NIÑOS

En los niños, el cuerpo del dolor a veces se manifiesta a través del mal humor o el retraimiento. El niño se torna hosco, se niega a relacionarse y puede sentarse en un rincón a chuparse el dedo o abrazado a un muñeco. También se puede manifestar a través de accesos de llanto o de pataletas. El niño grita, se tira al piso o incurre en comportamientos destructivos. El hecho de no conseguir lo que desea puede desencadenar al cuerpo del dolor, y en un cuerpo del dolor apenas en desarrollo, la fuerza del deseo puede ser intensa. Los padres podrán sentirse perplejos sin saber qué hacer y sin poder creer que su pequeño ángel se ha convertido en un monstruo en tan sólo unos segundos. "¿De dónde sale tanta desesperación?" se preguntan. Es, en mayor o menor medida, la participación del niño en el cuerpo colectivo de la humanidad, el cual se remonta al origen mismo del ego humano.
Pero el niño quizás recibió sufrimiento de los cuerpos del dolor de sus padres, de tal manera que estos podrán ver en su hijo el reflejo de lo que hay en ellos. El cuerpo del dolor de los padres puede afectar profundamente a los niños altamente sensibles. El hecho de tener que presenciar la demencia del drama de sus padres les provoca un dolor emocional insoportable, de tal manera que son estos niños quienes llegan a tener cuerpos del dolor muy densos en la edad adulta. Los padres que tratan de ocultar sus cuerpos del dolor no engañan a sus hijos. "No debemos pelear delante de Ios niños", dicen, pero eso sólo significa que mientras conversan educadamente, el hogar está cargado de energía negativa. Suprimir el cuerpo del dolor es extremadamente tóxico, mucho más que dejarlo manifestar abiertamente, y los niños absorben esa toxicidad psíquica, la cual contribuye a acrecentar sus propios cuerpos del dolor.
Algunos niños aprenden acerca del ego y del cuerpo del dolor por la vía subliminal, por el solo hecho de vivir con padres altabmente inconscientes. Una mujer cuyos dos progenitores tenían un ego y un cuerpo del dolor muy fuertes me dijo que cuando sus padres se gritaban y se ofendían, a pesar de amarlos, ella se decía, "estas dos personas están locas. ¿Cómo terminé yo aquí?" Ya tenía la conciencia de la demencia de esa clase de vida. Esa conciencia le ayudó a amortiguar la cantidad de dolor absorbida de sus padres.
Los padres suelen preguntarse cómo manejar el cuerpo del dolor de sus hijos. La primera pregunta, por su puesto, es si están manejando el propio. ¿Lo reconocen dentro de sí mismos? ¿Pueden mantenerse lo suficientemente presentes cuando se activa para poder tomar conciencia de la emoción a nivel de las sensaciones antes de que pueda convertirse en pensamiento y, por tanto, en una "persona infeliz"?
Mientras un niño sufre un ataque del cuerpo del dolor no es mucho lo que podamos hacer salvo estar presentes a fin de no dejarnos arrastrar hacia una reacción emocional y evitar así que el cuerpo del dolor del niño se alimente de ella. Los cuerpos del dolor pueden ser enormemente histriónicos y no hay que dejarse engañar por ellos. No hay que tomarlos muy en serio. Si el cuerpo del dolor se activó por que no se le dio gusto al niño, es preciso no ceder ante sus exigencias. De lo contrario, el niño aprenderá que "mientras más desgraciado soy, mayor es la probabilidad de obtener lo que deseo". Esta es la fórmula para la disfunción posteriormente en la vida. El cuerpo del dolor se frustrará al ver que los padres no reaccionan y seguramente exagerará su ataque un poco más, antes de tranquilizarse. Por suerte, los episodios del cuerpo del dolor suelen ser más breves en la infancia que en la edad adulta.
Conviene hablar con el niño sobre lo sucedido cuando se serene, o al día siguiente. Pero no se trata de hablarle al niño sobre el cuerpo del dolor. Lo mejor es hacerle preguntas como, "¿qué te pasó ayer cuando no podías dejar de gritar? ¿Recuerdas? ¿Cómo te sentiste? ¿Te gustó esa sensación? ¿Tiene nombre eso que te sucedió? ¿No? ¿Si pudieras darle un nombre, cómo lo llamarías? ¿Querrías hacer un dibujo para explicar cómo fue? ¿Se durmió? ¿Crees que pueda volver?"
Estas son apenas algunas sugerencias. El propósito de este tipo de preguntas es despertar en el niño su facultad para observar, es decir, su Presencia. De esa manera, el niño aprenderá a no identificarse con el cuerpo del dolor. También conviene que el padre hable con el niño acerca de su propio cuerpo del dolor, en unas palabras que el niño pueda comprender. La próxima vez que el cuerpo del dolor asuma el control del niño, se le puede decir, "ha regresado, ¿verdad?" Se deben utilizar las mismas palabras que el niño utilizó cuando habló al respecto y dirigir su atención hacia sus sensaciones. La actitud del adulto debe ser de interés o curiosidad, en lugar de crítica o condena.
No es muy probable que con eso se pueda frenar al cuerpo del dolor y hasta podrá parecer que el niño ni siquiera escucha. Sin embargo, en el fondo quedará algo de conciencia, incluso durante los momentos en que esté activo del cuerpo del dolor. Con el tiempo, la conciencia se irá fortaleciendo mientras el cuerpo del dolor se debilita. El niño estará desarrollando más Presencia. Un día quizá suceda que sea el niño quien nos señale que nuestro cuerpo del dolor ha asumido el control sobre nosotros.

(E. Tolle. "Una nueva Tierra")

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